EL MUNDO ES PLANO

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ANALISIS FUNCIONAL

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viernes, 8 de octubre de 2010

LA FELICIDAD ATERRIZA EN LAS EMPRESAS

Primero fue la inteligencia emocional, el desarrollo del liderazgo y potenciar el trabajo en equipo. Hoy, las compañías están preocupadas por un concepto más global: la felicidad de sus empleados.

En Chile, las empresas han entendido la necesidad de trabajar el tema para mejorar la productividad y lograr los objetivos corporativos. Y aunque hay muchas que lo hacen desde hace años con buenos resultados, u otras como BancoEstado Microempresas, en donde se creó una subgerencia específica para los temas de la felicidad, hay algunas que todavía no están dispuestas a hacer la inversión o quieren ver resultados inmediatos.

"Se trata de un cambio cultural que puede ser radical, pero que pasa por pequeñas conductas y que debe tener una planificación en el largo plazo", explica Patricio Eguiluz, de la consultora homónima. A modo de ejemplo, cuenta que hace unos meses trabajó con el call center de una empresa para mejorar el clima laboral. Conversando con las trabajadoras, se dieron cuenta de que el olor de los perfumes de treinta mujeres en una sala cerrada era algo molesto. Lograron llegar a un consenso y comenzaron a usar sólo un aroma. Según Eguiluz, ese simple cambio mejoró la comunicación entre ellas.

Además, las compañías han comenzado a incorporar técnicas orientales, tales como tai chi, yoga, pausas entretenidas en medio de la jornada o hacer invitaciones a los hijos de los empleados al trabajo. Otras empresas han implementado acciones con el propósito de que los trabajadores se saluden en las mañanas para generar cercanía.

Otra técnica que se ha incorporado es el desarrollo del humor. Grandes compañías internacionales como el laboratorio Pfizer, Panasonic o Xerox ya lo tienen en su filosofía corporativa. En Chile también hay ejemplos: Jaime de Casacubierta desarrolla junto a Coco Legrand charlas motivacionales que duran dos o tres horas orientadas a las empresas para enseñar el poder del humor. Ahí realizan cinco dinámicas que van desde hacerse masajes a saludarse y hacer un show en un escenario. Banco Santander, Inacap y Banco de Chile han contratado el servicio.

MÁS ALLÁ DEL SUELDO. La tarea no es fácil, pero los resultados pueden ser muy atractivos para las compañías en cuanto a su reputación, pero también a su productividad. Es por esto que deben ingeniárselas para encartar a los trabajadores más allá de los bonos porque, según estudios nacionales e internacionales, la felicidad no está necesariamente relacionada con la remuneración.

Según una investigación del Centro de Estudios Sociales y Opinión Pública (Cesop) de la Universidad Central de Chile, el sustento de la felicidad en los chilenos se encuentra para el 55% en la familia, 24,7% en el amor y sólo un 7% en el dinero.

Por otra parte, la consultora New Economics Foundation midió la felicidad de los países en relación a su calidad de vida, y descubrió que en Vanuatu, una pequeña isla ubicada en el Pacífico Sur con algo más de 200.000 habitantes y con una esperanza de vida de 68 años, estaban las personas más felices de todo el planeta.

MEDIR RESULTADOS. Aunque no existen estándares globales para medir la incidencia de las políticas, sí es posible medir qué tanto importa tener trabajadores más felices. Por ejemplo, en BancoEstado Microempresas pasaron de estar en el vigésimo segundo lugar del ranking Great Place to Work (Gran Lugar para Trabajar), al primero en 2008 y al segundo este año. Además, según una encuesta que les hace la Universidad de Chile, desde que tienen la subgerencia dedicada al tema de la felicidad, han mejorado en nueve puntos sus índices de clima laboral.

Los expertos sostienen que lo primero que se debe hacer es incluir en la visión de la empresa la necesidad de tener a sus empleados felices. Sin embargo, según la consultora británica Chiumento, son más felices quienes trabajan en empresas pequeñas. No llevar demasiados años haciendo lo mismo, cambiar de funciones, ocupar cargos de relevancia y hacer uso del part-time son fundamentales para lograrlo.

Fuente: EL MERCURIO

Primera empresa en crear una subgerencia especial en Chile
En 2007, BancoEstado Microempresas de Chile decidió crear una subgerencia de la Felicidad. Bajo la idea de que si querían tener buenos resultados y dar un buen servicio era necesario tener trabajadores contentos, optaron por innovar y materializar una idea única en el país. El objetivo era preocuparse de la calidad de vida de los trabajadores en el ámbito laboral y personal, y, además, monitorear las situaciones internas que pudieran afectar el trabajo como, por ejemplo, los conflictos entre trabajadores o con las jefaturas.

Uno de los programas que crearon se llama "Indicadores de la Felicidad". Una vez por cuatrimestre los equipos de trabajo tienen una tarde libre y presupuesto para hacer una actividad grupal. Además instauraron el regreso paulatino de los chequeos médicos periódicos y la entrega de becas de estudios, entre otros.

"Invertir en los trabajadores siempre es rentable y lo que se invierte no es tanto. Esto no pasa por un tema de tener más o menos presupuesto. Puedes tener una empresa que tenga beneficios maravillosos, pero si la jefatura no está comprometida, si no hay una comunicación real, si no hay una intención de entender que los trabajadores son el pilar, no vas a lograr los estándares de clima ni de productividad ni de excelencia en materia de felicidad", explica María Teresa Adell, subgerente de Gestión de Felicidad de BancoEstado Microempresas.

EL VIOLINISTA

Esa mañana al abrir los ojos supo que ese día iba a ser particularmente diferente. Mientras miraba hacia el techo el corazón le latía más rápido de lo normal y sintió una presión en su pecho, entonces intuyó que era el presentimiento de que iba a aprender una lección que dejaría una huella imborrable en su vida.
Se sentó en la cama, buscó sus pantuflas en el suelo de madera y otra vez olvidó darle gracias a Dios por un nuevo día, todas las mañanas lo hacía, pero de unos meses atrás había perdido el hábito auto justificándose en la gran cantidad de tiempo que le exigía el hecho de tocar su violín. Se puso de pie y contempló su pelo desordenado en el espejo, no se esforzó en arreglarlo, un poco somnoliento se dirigió al baño, abrió la gaveta y observó la máquina de afeitar que hacía un buen tiempo no usaba. Estiró su brazo para alcanzarla pero hizo una pausa justo en el aíre y lo bajó de nuevo; concluyó que podría aguantar otro día con su barba gris azulada que ya se veía espesa y le hacía ver al menos cinco años mayor de lo que era realmente.
Con sus jeans rotos, camiseta blanca y chaqueta de pana café, abierta, agarró el estuche con su violín y se dirigió a la puerta de la casa. El corazón le latía aún más fuerte, ahora hasta le dolía y sentía que iba a salir expulsado de su pecho en cualquier momento.
Una ambulancia recorría la avenida rápidamente con sus sirenas encendidas, produciendo un ruido que retumbaba en los oídos de los transeúntes. Al otro lado de la calle un individuo discutía fuertemente con otro que había atravezado su auto frente a su taxi después de que este chocara accidentalmente su puerta trasera en un intento por sobrepasarlo antes que la luz del semáforo cambiara a rojo. Las bocinas de los otros vehículos retumbaban en las paredes de los altos edificios produciendo un ensordecedor eco que ahora parecía imperceptible entre los cientos de personas que afanadas se dirigían a sus lugares de trabajo. Voces, rumores, risas, gritos, lágrimas, carcajadas, empujones, todo se unía bajo el sol de la mañana de la hora pico, en la cual los pequeños y hermosos detalles de la vida no importan nada, al menos hasta que lleguemos a nuestra oficina antes que nuestro jefe y estemos sentados frente a nuestro ordenador haciéndole frente a otro monótono día de trabajo.
En la estación buscó un espacio despejado en medio de la multitud que se abría camino para conseguir un lugar en el metro. Después de diez empujones, siete pisadas y catorce insultos logró por fin encontrar un lugar vacío frente a una pared amarilla decorada con algunos grafitis de colores, que resplandecía en medio de tanto caos, como invitando a ver la luz en medio de la una oscuridad espesa hecha de estrés y monotonía. Abrió su estuche, cogió su violín y empezó a tocar sus mejores melodías. El hombre de jeans rotos, camiseta blanca y chaqueta de pana café, abierta, entro a su mundo lleno de colores a través de su violín y una luz del cielo pareció iluminarlo solo a él, como cuando el mejor de los artistas aparece en medio de un escenario oscuro y el público lo admira mientras la única luz del lugar se dirige solo a él y a su instrumento y toda la atención se dirige hacia ese, su momento.
Sus melodías sonaban deliciosamente agradables, interpretó piezas clásicas y magistrales. Con cada nota que salía de su violín el amarillo de la pared parecía cobrar más vida e iluminaba el lugar repleto de transeúntes que apenas lo notaban. Pasó una hora y ni tan siquiera una persona se había detenido a contemplar la suave melodía de colores que emanaba de su violín, incluso recibió otros empujones de ejecutivos que pasaban de afán. Pasaron dos horas y de repente una mujer que atravesaba rápidamente la estación con su hija sujetada de la mano le lanzó un billete a los pies. En seguida, un joven repitió la misma acción pero le puso una moneda en el estuche de su violín que descansaba en el suelo. Acto seguido el joven siguió su camino sin tan siquiera detenerse a escuchar las melodías llenas de vida que salían del instrumento del músico de la barba azulada y espesa.
Tres horas después nuestro músico seguía tocando su violín con más fuerza que nunca y la melodía de su música estaba en éxtasis; cada nota era perfecta, era como escuchar música hecha por ángeles, pero en el metro la multitud no lo notaba y solo estaba pendiente del aviso del metro que les sirviera para llegar a su destino. Cuatro horas después por fin una pareja de novios se detuvo a escucharlo, después de un par de minutos el hombre haló el suéter morado de su compañera y le recordó que iban tarde para su clase, así que partieron. Después de cinco horas, el hombre de jeans rotos, camiseta blanca y chaqueta de pana, abierta, decidió sorprender a su público (¿Invisible?) con lo último que había escrito en su repertorio. Le estaba dando la oportunidad a la gente del metro para que conociera en primicia su último trabajo y lo mostró como nunca; era el más hermoso oasis en medio del cruel y árido desierto de la indiferencia. Siete horas después el balance era el siguiente: Dos personas le dieron dinero sin percatarse de su música, tres personas se detuvieron durante menos de un minuto a escucharlo, un anciano se detuvo y escuchó una de sus canciones completa, luego aplaudió y se retiró con su caminar pausado. Un triste resultado después de estar en un lugar por el que pasan millones de personas en tan una sola mañana.
De regreso casa, el hombre de jeans rotos, camiseta blanca y chaqueta café, abierta, se planteaba muchas inquietudes mientras acariciaba su barba azulada, espesa y descuidada. Una de ellas era si, así como la gente del metro, él había perdido la capacidad de ser sensible al gran encanto de las pequeñas cosas y por eso tal vez no se había afeitado hace mucho tiempo. Entonces pensó en Dios; le agradeció por cada segundo vivido durante ese día y le pidió perdón por olvidarse de él durante tanto tiempo, tal vez por eso era que su corazón latía con tanta fuerza en la mañana. También le prometió afeitarse a la mañana siguiente y cambiar sus jeans rotos, la camiseta y la chaqueta café por su vestido negro. Era necesario también, pues al día siguiente tenía que dar el concierto en el teatro más reconocido de la ciudad para presentar su nuevo trabajo. Los tickets estaban ya todos vendidos por precios exorbitantes asegurando el lleno total y el hombre que ya no tendría barba espesa debería justificar el título de mejor violinista del mundo.

TIEMPOS MODERNOS

El hombre en la industrial era concebido como una máquina que tenía trabajos rutinarios, con poca capacidad para pensar y agregar valor, era concebido como un recurso màs dentro de la linea de producción. Por eso hablamos que era el recurso humano, que tenía un tiempo límite de uso dentro de la compañía, que no se veia como un capital que cada dìa puede crecer y desarrollarse y ser màs valioso

domingo, 3 de octubre de 2010

LINA GOMEZ OCHOA

Soy administradora de empresas , enfocada en el área de Gestión Humana, donde busco fortalecer mis conocimientos en Tics, con el fin de ponerlos en uso en la empresa que trabajo.